miércoles, 21 de marzo de 2018




Entre las esmeraldas nació el sol, que las envidió. Se alzó alto para evitar competir con ellas. Se negó a mirarlas, omitiendo su existencia, pero entonces explotó en luz por la rabia de no ser tan linda piedra, haciendo que los miles de rayos reflectasen el color de los verdes minerales. Entonces un felino secuestró en su avance los millones de destellos que se desplegaban por el aire, pequeñas virutas de esmeraldas bailando en el espacio. Le dijo entonces al sol: "no te escondas de su cristalina hermosura, que yo las guardaré como si joyas tuyas se tratasen. A cambio tú me darás calor todos los días desde lo más alto del cielo, y serás mi faro por la noche para permitirme ver". Así, el gato mantuvo su promesa durante la infinidad de los tiempos, y en los ojos de sus descendientes el gran astro puede ver su preciado tesoro.


©Mª Teresa Martín González