jueves, 10 de marzo de 2011

¿HACIA DÓNDE VAN LOS TRENES?

“¿Hacia dónde van los trenes?” La pregunta pronunciada por la voz infantil de Melania, parecía tener mil y una respuestas en la enorme ciudad. Sin embargo, en aquella estación, nada parecía tener destino ni punto de origen. Desde el rincón donde los ratones nos habían dejado un hueco y las goteras parecían apiadarse de nosotras, podía escuchar el repiquetear de la lluvia contra la cúpula cruzada por los brazos de metal. No me cansaba de observar las extrañas figuras que formaban sus vidrieras, cuestionándome si en algún tiempo integraron algún dibujo deformado con el paso de los años, resbalando, dejándose como el resto de elementos del lugar.

Los sacos que calentaban nuestra piernas, y que de vez en cuando remendábamos concienzudamente, se llenaban de chocolatinas los domingos al final del día cuando la banda de música ensayaba en la vieja oficina del revisor. Entonces nos consentíamos soñar y dejar al lado la soledad, escuchando los silbidos de los trenes lejanos. Nos imaginábamos que esa noche las modernas máquinas se permitirían hacer una breve parada en el andén, dejando que los viajeros, las prisas, los reencuentros y las grandes expectativas bañasen de vida nuevamente aquella olvidada estación. Después se irían chirriando sobre las oxidadas vías.

¿Hacia dónde van los trenes? Me preguntaba yo también. “A casa” respondí, “A casa”, encontrándome la enorme sonrisa de mi hermana.


© Mª Teresa Martín González