lunes, 7 de diciembre de 2009

Lilith

El sueño se desvanece y al final del letargo acompaña una melodía. Procede de una caja de música, tenue, dulce, familiar. Las notas se deslizan hasta mi perpetuo lecho nocturno, sepulcro de mi vanidad y destierro, allí, donde una creciente sed de sangre arrincona mi humanidad.

El sol se ha olvidado de iluminar mi rostro y ya solo el fuego revela mis inmortales rasgos. No hay pulso ni aliento que marque mi estancia en este mundo. Pero aquella música puede conseguir que palpite este corazón abandonado a cualquier síntoma de vida, arrastrándome a una sensación desconocida, apreciando por primera vez desde mil eternidades el rostro de aquel que marcaría mi destino.

Observo el mecanismo que hace surgir las notas, testigos de mi larga letanía. “Lilith”, pronuncian mis labios como una plegaria al deseo de mi propio olvido, mientras el particular sonido se adhiere a mi pálida piel, vistiéndome de recuerdos.

Mi mano detiene el metal en movimiento, parando la música que ha debido despertarme, mientras que con mis dedos rozo el cuello del portador de la labrada cajita de madera.

Ya no hay tiempo para llantos, no hay momento para la angustia y el remordimiento. Ha llegado la hora de luchar, de seguir el destino. Es el tiempo de la esperanza y de la luz.

**

La luna despuntaba afilada en aquella cúpula nocturna que nos brindaba la protección de la oscuridad sobrenatural. Un sonido nos advertía del peligro entre las raíces de los siniestros árboles que crecían al pie de las rocas. En la vigilia les atormentaban las hazañas del pasado y los males no vencidos, mientras nuestros destinos viajaban unidos al del corazón de un joven valiente, pero que aún no reconocía su propia valía. Nos seguían los aullidos de mis hermanos, avisándonos, ocultando nuestros apresurados pasos. La espada Verjum nos señalaba el camino soportada por el brazo de Iselor. Pero nuestro destino era un áspero objetivo que arrinconaba nuestros escasos sentimientos de esperanza. La sombra se cernía sobre nuestro mundo, la luna llena nos prometía refugio eterno a los seres de la noche y mi alma perdida se preguntaba si aquella sed de sangre que me corroía podría ser un arma traicionera de doble filo.

**

En el lugar se apreciaba un fuerte hedor a muerte, sacrificio, a rencor y olvido. Pero la esperanza que portaban los hombres de bien, engañaba al oscuro designio, llenando de esperanza el interior de cada uno de nosotros. Mi piel, vencida por el cansancio de los milenios, recibía con extraña aceptación el candor y luz que se había formado a nuestro alrededor. Por última vez escuché las notas que con parsimonia surgían de la caja de música, sintiendo nuevamente que la sangre volvía a bañar mis ociosas venas. Miré a mis compañeros de aquel largo viaje que llegaba irremediablemente a su fin, así como al joven Iselor, el verdadero héroe de aquella perturbadora profecía. Finalmente me crucé con la mirada de mi fiel compañero Kain, serena, segura, impaciente, y supe sin lugar a dudas que la lid que se aproximaba no sería la última en la que participaríamos unidos. Noté el frescor de la tierra húmeda bajo mis pies descalzos y una ligera brisa nos rodeó por un momento atrapándonos en un huracán de sensaciones, aislándonos de la fría mirada de nuestro enemigo.

La voz de Iselor alentó a las tropas, la luna perenne durante varias semanas se tornó roja, las manos de aquellos que lucharían por un futuro asían firmes las armas. Los ojos ardían puestos en la batalla, nuestros corazones en un nuevo amanecer.

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Un grito desgarrador recorrió todo el campo de batalla, pronunciado con rencor y odio. Enkidu miró la espada Verjum que Iselor había introducido en su pecho, atravesándolo, quebrando su pútrido corazón. Sus ojos vencidos por la vergüenza y la rabia observaron incrédulos al joven inexperto que le había derrotado. Las huestes malignas detuvieron su paso, mientras una luz sobrenatural comenzó a invadirnos, ocultando las sombras por un momento, llenándonos de paz, e inculcando en mí un nuevo sentimiento. El negro sucumbió en esta larga noche, donde la luna, tan presente en el largo viaje, iniciaba su descenso. No temí por el amanecer, no temí por el futuro. La profecía se había cumplido y la victoria ganada con honor quedaría gravada en los libros de las grandes hazañas.

El día llenó el horizonte dando calor a los cuerpos cansados de nuestros aliados. Mis ojos lloraron, una acción tan olvidada como impropia para un vampiro como yo. Pero aquella recompensa que se me brindaba, aunque fuese por una vez, me abrigaría cuando mi cuerpo tuviese que caminar de nuevo entre las tinieblas.

Las voces de los hombres oraron por los caídos y se alzaron para proclamar una nueva era. Caminé entre los amigos yacidos en el suelo, notando en mi piel la sangre derramada, mientras que la vertida en mis ropajes desaparecía con cada paso. Tomé la mano de Kain, fiel compañero y adalid de mi propio destino. Él descansó su lacerado cuerpo sobre mi hombro, levantándose y sonriendo pese a la mueca de dolor.

El cuerpo del demonio desapareció llevándose consigo toda la maldad. Iselor alzó la espada Verjum, que poco a poco se desvaneció entre sus manos en un adiós que le condujo al campo del reposo eterno de los héroes. Pude sentir la congoja que invadía a mi amigo. Nos miró sin embargo posando un puño libre de duda o temblor alguno sobre su pecho y entonces lo entendí. Entendí los sueños, los designios, los cruces del camino y las profecías milenarias, viendo en aquel joven el rostro de la esperanza y el futuro.

En la despedida un aliento, una brisa que remueve mis cabellos meciendo una melodía, una cajita de música, mi alma.


© Mª Teresa Martín González

2 comentarios:

  1. Sublime, me gusta tu estilo y veo reflejado algo muy similar a mi forma de escribir. Felicitarte la verdad, pocos blogs se ven con la atmósfera que intentas transmitir.

    Saludos desde la oscuridad de la ciénaga...

    Me gustaría contactar contigo...

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  2. Muchas gracias por tu comentario. A mi también me gusta mucho lo que escribes. Espero que sigas escribiendo porque estoy siguiendo tu blog.

    Un saludo

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